La gran mayoría de las personas, alguna vez en su vida, han realizado algún tipo de apuesta (máquinas tragamonedas, bingo, loterías, cartas, etc.) e independiente de los resultados, han repetido la experiencia. Un alto porcentaje de estas personas, apuesta cantidades razonables y ocupa un corto tiempo de ocio en ello. Sin embargo, una minoría juega grandes cantidades de dinero y dedica mucho tiempo a esta actividad, incluso tiempo de trabajo y de estudio que termina afectando su vida personal, casi sin darse cuenta.
Estas prácticas han sido estudiadas desde muchos puntos de vista y abordadas desde diferentes disciplinas científicas, que se ven atraídas por la notoriedad de los comportamientos que asumen los sujetos aficionados a los juegos de azar y las apuestas.
Gracias al interés que han puesto los científicos en este comportamiento se ha logrado conocer algunos de los mecanismos cognitivos, involucrados en los juegos de azar y las apuestas, enfocando mayores esfuerzos en el jugador patológico.
Las motivaciones humanas, que tienen mayor impacto, son los factores relacionados con las expectativas y el valor a que obedecen con un propósito funcional, centrándose en los logros y la toma de decisiones. Y se hace evidente que la actitud, las percepciones y las expectativas del apostador, son tan importantes como sus metas y objetivos.
Si se pone en consideración el carácter y la conducta del apostador, es muy evidente que sus objetivos y sus metas están basadas sólo en su necesidad de apostar y de sentir cómo un sin número de emociones se apoderan de él, dándole poder y, sin importar el resultado, se genera una recompensa emocional.
Los jugadores dan al juego un valor, y este valor asignado puede ser el componente que lo aleja de los problemas y dificultades económicas que lo atormentan y se constituye en el principal determinante motivacional del jugador.
Las diferencias sociodemográficas como el sexo, la edad, el estrato social y la religión tienen gran influencia en las cualidades subjetivas que el jugador tiene hacia el juego. Por ejemplo, las personas con menor nivel socioeconómico juegan más, porque consideran que es la única forma que tienen de mejorar su condición y de esta forma, cambiar la rutina del trabajo. Los jóvenes, disponen de mayor tiempo y dinero para destinar al ocio, comparado con una persona mayor, además, el joven busca reconocimiento social, excitación y aumentar sus ingresos. La religión también influye en la determinación de apostar.
Todo esto confirma que los valores interaccionan con la conducta del jugador, afectando las metas que establece.
La variedad de juegos y la esencia de los mismos, son componentes importantes cuando se apuesta dinero en busca de un resultado que depende única y exclusivamente del azar. Lo que se espera obtener es primordial a la hora de conocer las motivaciones vinculadas con el juego y maneja muchas variables.