Los juegos de azar son una forma de evocar la diversión, de tentar a la buena suerte y además de generar una emoción compartida, ya sea con amigos o con las personas que acabamos de conocer en la casa de juegos. Estos entretenimientos lúdicos son la causa de que un alto porcentaje de las personas adultas en el mundo jueguen en algún momento de su vida. A la pregunta de ¿por qué les gustan los juegos de azar? La respuesta más frecuente es “por placer”. No hay una razón concreta, del por qué las personas se inician en las apuestas.  y mucho menos las razones por las cuales sigue siendo emocionante el juego y las apuestas, incluso cuando dejan de ser divertidas.

 La incertidumbre es una de las características más destacadas en el impulso por jugar. La incertidumbre atrae, emociona, enciende la ansiedad y hace que el cerebro libere dopamina, que lo estimula a tomar riesgos y seguir jugando para encontrarse, al final del juego, con una buena recompensa o con la decepción de haber perdido; situación que, si no se controla, genera ansiedad y deseos de revancha.

 La constante exposición al juego y a la incertidumbre, puede cambiar la forma de respuesta a las perdidas. Y hace que el jugador sienta el impulso incontenible de seguir apostando.

 Las luces y los sonidos, en un casino concurrido, son un atractivo más e inducen el deseo de jugar; el deseo de recibir una recompensa, de obtener ganancias económicas, aumentan las emociones, la adrenalina, juega de forma más constante y acelerada, lo que hace que el jugador permanezca por más tiempo en la mesa de juego, perdiendo el control.

El “estoy a punto de ganar” es el ingrediente crucial en la excitación que genera un gran poder de adicción al juego. El “casi” es un motivador más grande que la misma victoria.

Las salas de juego tienen un gran interés en fomentar una falsa creencia de habilidad y promocionan el juego recreativo e inocente para ir enganchando jugadores interesados en vencer al azar, que al estar ligada a una vivencia solitaria y muchas veces aislante, que suele generar ansiedad creciente y, por ende, un desorden en el juego.

El juego puede ofrecer momentos de diversión y alegría, el juego puede lograr unir a un grupo de personas en torno al placer de recibir una recompensa económica. Los buenos resultados están diseñados cuidadosamente, para aumentar la satisfacción que otorgan los juegos de azar y de esta forma crear una red de la que sólo unos pocos escapan.